Igino Giordani
“En 1948 tuvo lugar nuestro encuentro, en la Cámara de Diputados, con Igino Giordani, una personalidad de vasta experiencia cultural, social y política, luchador en las difíciles temporadas de la primera posguerra, maestro del pensamiento y referente de las generaciones que habían anhelado la libertad.
Giordani fue cofundador del Movimiento de los Focolares y a nuestros ojos siempre ha representado, a través de un diseño particular de Dios, la realidad de la humanidad, su historia, sus sufrimientos, sus conquistas, su búsqueda de un verdadero ideal. Lleva en el corazón la humanidad con sus problemas y angustias: la reconstrucción del país y de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, la democracia naciente, la división Este-Oeste.
Giordani a su vez recibe del espíritu del Movimiento un nuevo impulso para su actividad política. Son una expresión de ello: su discurso sobre la paz universal recibido con el aplauso de todo el Parlamento; el primer proyecto de ley de objeción de conciencia, presentado junto con el socialista Calosso; el diálogo de paz con el comunista Lajolo. Pronto un discreto grupo de diputados se reunió en torno a Giordani que comparten nuestro Ideal y tratan de vivirlo en el Parlamento. Allí, por primera vez en un centro político, se experimenta ese arte de amar del que hablé.
(cf C. Lubich, El movimiento de unidad para una política de comunión, Rocca di Papa, 9 de junio de 2000, en “Nuova Umanità” 131 (2000)
Una de las grandes figuras del siglo XX italiano, miembro de la Asamblea Constituyente y miembro de la Cámara hasta 1953, Giordani se embarcó en su compromiso político junto a Luigi Sturzo. Particularmente significativa fue su oposición al fascismo, que persiguió persistentemente.
Director de varios periódicos y publicaciones periódicas importantes (incluidos “Il Popolo” y “La Via”), expresó su intensa y penetrante capacidad de escritura al componer más de 100 volúmenes y miles de artículos y ensayos menores, traducidos en varios idiomas. .
En 1948 conoció a Chiara Lubich y se adhirió plenamente a la espiritualidad del Movimiento de los Focolares que ella había iniciado, colaborando en la maduración de su carácter social hasta el punto de ser considerado cofundador.
Al dar voz a las necesidades más nobles de una Europa unida, Giordani fue un promotor del diálogo abierto y constructivo entre las fuerzas políticas, una elección que pudo testificar sin compromisos; entre los muchos ejemplos, la correspondencia pública con Davide Lajolo, director de L’Unità di Milano, a principios de la década de 1950, que sacudió ambos lados del catolicismo y del comunismo; y la presentación, con el diputado socialista Calosso, del primer proyecto de ley de objeción de conciencia.
La amplitud y profundidad de su trabajo, una verdadera anticipación de los temas culturales de la modernidad, colocan a Giordani en el corazón de nuestra época. Su mensaje sigue abriendo paso a esa tensión inalienable hacia la paz, la justicia, la fraternidad universal que reclama fuertemente en el siglo XXI.