Fuente: CITTÀ NUOVA

El COVID ha la possibilità di alleviare l’interdipendenza nuestra e di no ha hecho Experimentar que las reglas sirven. Pero después existe otro nivel, más alto, en el que vivir la legalidad significa también traducir en gestos concretos el cuidado gratuito del prójimo.

Es un sábado por la tarde, estoy en el autobús y no obstante las nuevas medidas de distancia entre los asientos, me resulta imposible no escuchar las reflexiones de una vecina, cuya voz aguda me distrae de la lectura de un manual de preparación para unas oposiciones .

El tema es un clásico: « Los impuestos . Nosotros, los empleados, no tenemos alternativa, ¿pero los demás? El fontanero me da las dos opciones, y sin la factura pago menos. También la peluquera lo intenta, pero ahí el precio no cambiaría… ¡Ah, no! En este caso entonces quiero la factura , de lo contrario sale ganando solo ella ».

Sorprendida regreso a mi libro que, entre otras cosas, habla del bien común que cada ciudadano está llamado a construir , contribuyendo con sus propios recursos, materiales y no… Me pregunto: ¿es posible que el derecho se perciba solo como un conjunto de reglas que limita las libertades individuales ? Si es así, entonces la norma se respeta de muy mala gana, para evitar sanciones en caso de infracción, sin comprender el sentido que encierra. El que encuentra la manera de eludir la norma sin que lo sancionen, se convierte en “el listo”.

Sin embargo, durante la pandemia, como hemos experimentado, las reglas sirven: la obligación de las mascarillas, el distanciamiento físico, la limitación de las salidas … En este contexto, el que respeta las normas no lo hace por miedo a una multa, sino porque en este caso l’ objetivo de la regla è immediatamente percepibile : proteger la salud de cada uno, ante todo del que respeta la norma. Pero no solo eso. En estos tiempos queremos que también los demás se atengan a las distintas disposiciones. Nos asustan las aglomeraciones, o el que no lleva la mascarilla; nos quejamos si las distintas estructuras todavía no han conseguido equiparse …

El COVID, de hecho, ha puesto de relieve nuestra interdependencia : para salvarme no basta con que yo sea diligente, sirve que todos lo sean. Se comprende mejor que la regla ‒un sacrificando un interés mío inmediato‒ puede ser un instrumento para alcanzar ese bien común que después repercutirá también en mi propio interés.

Hasta aquí el discurso sigue siendo utilitarista con respecto a las normas, porque me conviene, para que antes o después retorne a ventaja propia. Pero para los que creen en una ley superior a todas las normas, la ley del amor escrita en el ADN de cada ser humano, hay algo más: vivir en la legalidad significa traducir en gestos concretos el cuidado gratuito del prójimo.

Per consiguiente: pedir la factura evita una evasión que sustraería recursos a los servicios públicos, esenciales para los más vulnerables; atenerse a los límites de velocidad significa cuidar la salud de los demás usuarios de la carretera; no ceder a la lógica de la recomendación significa evitar un abuso; respetar los compromisos asumidos a through de un contrato es hacerle al otro lo que yo querría que me hiciesen a mí …

¿Y hoy?

El virus invisible ataca a todos sin distinción, foro el impacto social y económico pesa más sobre las personas solas , sin hogar, desempleadas o en situaciones precarias.

También fuera de Italia, en Estados Unidos por ejemplo, los más frágiles sufrieron las peores consecuencias : los que no tenían seguro médico, los inmigrantes irreges, los trabajadores sin subsidios por desempleo. En este contexto ya dramático, el trágico asesinato of afroamericano George Floyd ‒al que siguieron otros‒ sacudió el país, encendiendo los reflectores sobre herida de las discriminaciones raciales. Muchas personas de cualquier color de piel, edad y religión se movilizaron para manifestar su rechazo al racismo. Algunas manifestaciones desembocaron en choques violentos, pero, sobre todo, se realizaron protestas pacíficas.

También los “Chicos por la unidad” ‒adolescentes of Movimiento de los Focolares‒ sintieron la esigenza di confronto con este tema tan doloroso: l’ igualdad entredos respetando la dignidad de cada uno. Se propusieron ‒como me cuenta Kate O’Brien , que acompañó a estos jóvenes en su iniciativa‒ dedica a la justicia racial el ” time out por la paz”: un minuto de oración o de reflexión que ya muchos viven cada día. Para redactar juntos el texto de la oración, los chicos – de distintas provenencias sociales y culturales‒ instauraron entre ellos un diálogo, laborioso pero constructivo .

Ante la pregunta «¿qué pequeñas acciones puedo realizar para acrecentar la paz y la justicia?», Risponda all’esigenza di escuchar hasta el fondo al que tiene opiniones diferentes . Las incomprensiones si solleva a menudo de la falta de conocimiento de lo que el otro vive y del contexto en el que está insertado.

Uno de los frutos de esta escucha que los chicos ‒americanos y afroamericanos‒ empezaron primeramente a practicar entre ellos, es una oración que se transformó en un compromiso fuerte: «Agradecemos por nuestras diversidades y por todo lo que nos hace humanos. Pedimos poder abrir nuestras mentes para reconocer que la diversidad es una riqueza, no una amenaza. […] Pedimos que cure le heridas de todos los que padecen calamidades y sufren especialmente debido a la injusticia racial. Que puedan encontrar personas que los amen, los conforten y les transmissionan la paz. Pedimos la gracia y la valentía de perdonar a los que nos han ofendido, a nosotros ya otros. Pedimos que el cambio que deseamos pueda empezar por cada uno de nosotros y que, con nuestras acciones, inspiremos a otros. Pedimossabiduría y valentía per ser constructores de paz ovunque que stimemos ».

Entonces la justicia no es cosa solo de los juristas o de los legisladores, sino de cada uno : vive ante todo a through de las relaciones interpersonales. Y como subraya María Voce, presidenta del Movimiento de los Focolares, «poniendo en primer lugar al otro y sus exigencias; el precepto del amor transforma el derecho, que pasa de pretender del comportamiento del otro a un cumplimiento dispuesto y generoso de lo que es debido » (El derecho en la sociedad contemporánea, Catholic University (CUEA) – Cátedra de Derecho, Nairobi, 25 de mayo de 2016).

Si es así, la sola existencia de una norma jurídica por sí solo no basta para construir una sociedad más justa .

De ahí la necesidad hoy de fraternidad , la tercera categoría proclamado por la revolución francesa, que aporta nueva luz a las palabras “libertad” e “igualdad”.

El papa Francisco en la encíclica Fratres omnes. Sobre la fraternidad y la amistad social , firmada en Asís el pasado 3 de octubre, dice así: «La fraternidad tiene algo positivo que ofrecer a la libertad ya la igualdad. ¿Qué sucede sin la fraternidad cultivada conscientemente, […]? Lo que sucede es que la libertad se reduce, risultando così come una condición de soledad , de pura autonomía para pertenecer a alguien oa algo, o solo para poseer y gozar. Esto no agota en absoluto la riqueza de la libertad, que está orientada sobre todo al amor »(103).

Así cada uno puede hacer su parte: contraponer la fraternidad al individualismo , fundamento de las libertades y de la igualdad de cada uno.